La tienda de los milagros nueve años después


Luego de mucho tiempo sin escribir en este espacio catártico, hoy me decido no a colocar algo nuevo, sino a repasar algo que escribí hace ya nueve años. El 5 de mayo de 2001, apareció en Primera Hora la columna que redacté como editora de la revista Mujer XXI.
Lo escribí para mi hijo mayor que entonces tenía 9 años(todavía Adrián no nacía). Hoy, un poco nostálgica, la saco de mis gavetas y la traigo al espacio digital.
Debo reconocer que me ha sido difícil no "corregir" absolutamente nada. La reescribo tal cual. Acompaño también la imagen de hace nueve años atrás. Aquí va

La tienda de los milagros


Aún recuerdo mi reincorporación a la vida universitaria, luego de un año dedicada exclusivamente a la tarea de ser una madre jovensísima.
Por esos días dábamos un curso de relaciones públicas y uno de los ejercicios consistía en jugar a la tiendita de los milagros. Cada uno de los estudiantes debía vender y comprar lo que consideraba más preciado. Se vendieron en subasta pública, poesías, atardeceres, unicornios azules, nubes y composiciones surrealistas. Yo fui muy mala compradora. No necesitaba nada porque ya lo tenía todo. Sólo podía llevar al mercado, para todo el que lo quisiera, lo más sublime que conocía: la maternidad.
No hubo ofertas. Todos me miraron y se acabó el juego. Si hoy, nueve años después, pasas por la tiendita de los milagros podrás notar que sigo vendiendo lo mismo. Es cierto que el camino no ha sido fácil. Es verdad que ya no duermo como antes. Reconozco que a veces me siento abrumada entre tantas responsabilidades. Confieso que en ocasiones he sentido envidia de las amigas que viven sin horarios.
Pero, todas estas cosas se desmoronan cuando lo tengo frente a mí contándome lo que hizo un amiguito en la escuela y casi no lo escucho porque estoy pensando en cuánto ha crecido. Qué me importa tener que salir de tienda en tienda a buscar las nuevas postales de colección, si en sus libretas trae notas de lo bien que se ha portado últimamente. Qué de malo tiene haberme perdido aquella fiesta, si de todas formas me divertí estudiando los vertebrados para el próximo examen de ciencia.
En la tiendita milagrosa también trato de desechar reproches. Aún no me perdono no haber estado con él esa noche en que se partió un diente. Ni el día que le empezaron a salir las varicelas. Debí haber dado una excusa en el trabajo para poder ir a aquel field day en que ganó su primera medalla.
El mismo niño se rió de todos ellos, diciendo !Cómo si fueras la super mamá! El, a diferencia mía, no tiene ningún reproche. Su cariño es incondicional. Me quiere porque, sencillamente, soy su madre.
De cualquier modo, con errores y aciertos, sigo incansable proponiéndole a todo el que visita la tienda de los milagros, la experiencia más sublime de la Tierra.

Comentarios

Jesús Del Valle ha dicho que…
Estimada Nieve,
Mi nombre es Jesús Del Valle, soy puertorriqueño, escritor incipiente y vivo en Madrid hace 4 años. He comenzado a escribir un relato que llevo en el tintero de la cabeza hace mucho tiempo. Me interesa investigar sobre la prostitución en PR(particularmente en SJ) entre los años 30-60. Me intersa descubrir la trayectoria previa, para lo cual su libro será muy ilustrativo, pero para cuestiones de mi narrativa necesito entender cómo funcionaba la prostitución en el periodo que le menciono. Ya en un aspecto más prosaico, me parece curioso que hoy presisamente me ponga a investigar sobre el asunto un día después de haber retomado la publicación de su blog. Puede ser una señal o una sincronía interesante. Le dejo el link a mi blog y mi email. Quedo a la espera de su respuesta. Un saludo.
Jesús.
http://autobusencuesta.blogspot.com
chuvalle@gmail.com
Unknown ha dicho que…
Excelente tu blog, eres admirable, tienes MSN para intercambiar material más directo.

Jorge
jorgeperezfuentes@gmail.com

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