José Martí y la Bella Muerte
Es 19 y también mayo
monte de espuma y madre Sierra
cuando otro ángel a caballo
cae... con los pobres de la tierra
Silvio Rodríguez
Amanece lloviendo en el campamento mambí de Dos Ríos. Es domingo y
también 19 de mayo del año aciago de 1895.
La noche anterior, luego de una larga e inexcusable espera, llegó
por fin a Dos Ríos Bartolomé Masó con sus tropas. El general Máximo Gómez no
estaba en el campamento. Sus días los ocupaba en hostilizar a las tropas
españolas, mientras dejaba solo a José Martí acompañado por apenas 10 o 12
hombres. Seis días en el mismo lugar es demasiado peligroso. ¿Por qué no se
mueven? Desde que desembarcaron por Playitas, 38 días atrás, han recorrido 375
kilómetros, han establecido 25 campamentos y el promedio de estadía en cada uno
de ellos no sobrepasa el día y medio. Pero en Dos Rios llevan más de seis días.
El peligro es ya temerario. Aquí se encuentra el Estado Mayor del Ejército
Libertador de Cuba.
Máximo Gómez llega al campamento tarde en la mañana de aquel domingo
de mayo. Se reúnen los tres líderes. Martí, vestido con saco negro, pantalón
claro y sombrero negro de castor, le habla a la tropa. Recibe aplausos y
vítores. No han terminado de almorzar, y ya avisan de la cercanía de tropas españolas.
Son más de mil hombres, advierten los
exploradores. Los cubanos no sobrepasan los 340. No obstante, Gómez grita ¡a
Caballo! y acto seguido ordena a la caballería cruzar el río crecido. La tropa
pierde la formación. El combate es una total confusión, a lo que se suma la
lluvia y el humo de la pólvora. ¿Dónde está Martí en medio de este revuelo de
pólvora y agua? Nadie lo ve. Está solo.
Menos de treinta minutos después, la tropa cubana se retira. José
Martí es el único muerto por ambos bandos. Solo. Completamente solo. Únicamente
el joven (casi un niño) Ángel de la Guardia asegura que lo vio caer. Baconao,
el caballo de Martí logró sobrevivir a la escaramuza.
No murió el Maestro de “cara al Sol”, ni sobre su caballo. Tampoco
alcanzó a disparar una sola bala de su revólver colt con empuñadura de chapas
de nácar que llevaba colgado al cuello. Su cadáver, además, nunca fue recuperado
por los cubanos.
El aishkrón
El líder máximo de aquella revolución. El Mayor General. El Maestro.
El alma de la insurrección, fue dejado en manos del enemigo quien llevó su
cuerpo a lomo de caballo. El 20 de mayo a las tres de la tarde, su cadáver fue
enterrado a cuerpo (sin ataúd) y vistiendo solamente su pantalón, en el
cementerio del poblado Remanganaguas. Para mayor ofensa, encima del cuerpo del
Maestro, tiraron el cadáver de un soldado español.
Allí permanece hasta que transcurridos tres días, las tropas
españolas regresan acompañadas por un médico para llevar el cadáver hasta
Santiago de Cuba. El cuerpo, ya putrefacto, es exhibido durante cuatro días en
todos los pueblos por donde pasa la comitiva, hasta que finalmente lo entierran
por segunda vez, el 27 de mayo, en el cementerio Santa Ifigenia de Santiago de
Cuba.
Durante todos esos días, las tropas cubanas fueron incapaces de
rescatar el cadáver del líder de la Revolución.
¿Qué realmente ocurrió aquel
19 de mayo?
Las noticias son escasas y confusas. Al otro día de la muerte, el 20
de mayo, Máximo Gómez escribe una carta e informa lo siguiente:
Entre las doce y la una de ayer…
he sostenido rudo combate contra columna enemiga de mas de mil hombres,[…] por
nuestra parte, la baja sensible de José Martí, cuyo cadáver no se pudo recoger
pues en la confusión de la arremetida, debido a su valor temerario y a la
fogosidad de su caballo, traspasó los limites que la prudencia aconsejaba
defender. El Delegado, no obstante le di la orden, ya cerca del enemigo, de que
se quedara detrás, no quiso obedecerla y siguió separándose de mi lado […][1]
Pero nueve días después, Gómez
cambia la versión. En una carta al corresponsal del Herald en Cuba, George
Eugene Bryson, asegura:
Si Martí se hubiese quedado conmigo viviría todavía, pero los
intereses de la Revolución lo llamaban fuera. Había emprendido marcha para la
costa con el objetivo de embarcarse para Jamaica, cuando cayó en una emboscada
y fue traidoramente muerto, virtualmente asesinado con casi todo el Estado
Mayor por tropas del Coronel Sandoval… Después que Martí se marchó oímos fuego
en la dirección que él llevaba… levanté el campamento y salí en su socorro;
pero ya era tarde[… ][2]
En agosto de ese mismo año, Gómez vuelve
a escribir sobre la muerte de Martí, esta vez al futuro presidente de la República
de Cuba, Tomás Estrada Palma y le dice: “A alguna distancia del enemigo le ordené se retirara, el desdeñó
mi orden y mientras yo ordenaba la carga no era posible que yo mirase más a
Marti […]”[3]
Ante tantas contradicciones,
es imprescindible buscar nuevas fuentes de información. Un análisis
médico-forense de las heridas que recibió José Martí aquel 19 de mayo, podría
darnos respuestas más certeras. El acta del examen que realizó el médico Pablo
A. Valencia al cuerpo de Martí en la primera exhumación el 22 de mayo de 1895; el informe de los médicos que participaron en
una segunda exhumación en 1907; el análisis que hizo en 1953 el doctor Jorge de
Castroverde y otro más reciente, publicado por estudiantes de quinto año de la
escuela de medicina de Pinar del Río. Además, los diferentes croquis del
combate incluyendo detalles de la topografía del lugar y las tropas que
intervinieron en él.
El análisis forense habla entonces. José Martí recibió tres
disparos, uno solo de ellos fue letal. No debió morir encima de su caballo, ni
tampoco con el cuello hiperextendido hacia atrás como lo muestran los grandes
románticos.
PRIMER DISPARO: Entrada por el cuello.
Orificio de salida por el maxilar superior izquierdo, con la destrucción del
labio superior a ese nivel. La trayectoria del proyectil fue de abajo hacia
arriba y a la izquierda. Por la trayectoria, es posible asegurar que el agresor
estaba situado en un plano inferior, enfrente o a la derecha de Martí y por lo
tanto uno de los primeros impactos que recibe el héroe aún en su caballo. Este
disparo no debió ser letal porque en su trayectoria no afectó órganos vitales.
Solamente si interesó la tráquea (y no parece), pudo ser capaz de provocar una bronco
aspiración sanguínea y la muerte por asfixia. Esta muerte no es inmediata.
SEGUNDO DISPARO: Tercio superior y cara interna de la pierna derecha, con una
trayectoria recorrida de izquierda a derecha, sin orificio de salida. Aparentemente,
Martí recibió este disparo mientras caía del caballo. Este recorrido fracturó
la tibia y el peroné, pero no afectó ningún órgano vital. Sin dudas, no provocó
la muerte.
TERCER DISPARO: Parte anterior del pecho, a nivel de puño esternal, con salida por
detrás del tórax y en el cuarto espacio intercostal izquierdo, aproximadamente
a diez centímetros por fuera de la columna vertebral. Con una trayectoria
anteroposterior de derecha a izquierda. Por el recorrido, el agresor debió
estar en un mismo plano o en un plano superior. Esto solo seria posible, si Marti
estuviera en el piso, tirado boca arriba o semisentado de frente al agresor.
Por lo tanto, es prácticamente imposible que este fuera el primero de los
disparos. Definitivamente interesó órganos vitales (debió atravesar
literalmente el corazón) Pero, para morir de una herida en el corazón es
necesario que ocurra un desangramiento total, una hemorragia interna. Esto pudo
tomar entre diez a quince minutos o incluso una hora, el tiempo no es posible
predecirlo.
La Bella Muerte
La Parca sorprendió a José Martí en una aparente
soledad. Las circunstancias de aquel combate son más que confusas. Pero, a
pesar de que le debemos unas historias más objetivas y menos románticas, su
muerte sigue siendo aquella Bella Muerte que Homero describe en La Ilíada.
El héroe es recordado por sus hijos y los hijos de sus
hijos, y así será hasta el fin de los tiempos. La grandeza que alcanzó en sus
42 años de vida es, en verdad, su areté.
Comentarios
Las Guasimas, la muerte de marti. la destitucion de Jose maceo, la muerte de Maceo, la disolucion de la Asamblea del Cerro. Siempre Gomez en el lado equivocado